La actriz Florencia Otero, figura central de la obra Personas, Lugares y Cosas, de Duncan Macmillan, dialogó con Pablo Seoane sobre su intenso papel, su viaje a Londres y la profunda reflexión que la puesta en escena genera sobre la adicción y la evasión en el arte.
Fuimos a ver Personas, Lugares y Cosas en el Teatro Sarmiento. Es un obrón: disruptivo en la puesta, brillante en el texto y con un elenco dinámico. ¿Cómo te sentís con este papel tan fuerte, el de Emma, una actriz adicta que ingresa a rehabilitación?
Estoy muy feliz. Es un personaje delicioso, pasa por todos lados, y la obra tiene un peso que interpela al espectador y a mí. Nos pasa a todo el elenco, ya queremos ir a la función, llegamos súper temprano porque nos encanta vernos.
Entiendo que viajaste a Londres para ver la versión original y conociste a la actriz, al director y al autor, Duncan Macmillan.
Sí, tuve esa oportunidad de viajar y ver la versión original, que es una reposición. Fue una experiencia muy hermosa. Pude charlar un largo rato con la actriz, y entre los consejos que le pedí, y entendiendo la dramaturgia y lo que el autor quería contar, ella me dijo, en resumen: “Disfrutá, no pienses tanto”. Si uno empieza a pensar en lo complicado que es abordar el personaje, te demorás y no lo terminás disfrutando. Me prometí a mí misma no pasar una función sin disfrutarla. Llevamos dos semanas, y por ahora me voy siendo honesta conmigo misma, y eso es un montón.
El público sale muy conmovido, hablando de cómo la obra aborda la adicción.
Sí, viene gente de todo tipo. Vienen teatreros a ver lo que hicimos con esta obra de un autor que, en los últimos 10 años, está visto como uno de los mejores contemporáneos. Otros vienen a ver por qué no estoy cantando. Y muchos vienen a entender a un amigo, un familiar o a sí mismos.
La obra no ofrece una cura, pero pone la adicción en una escala humana
Totalmente. Salen muchas madres que acompañan a sus hijos en rehabilitación, diciendo gracias. Gracias a este tipo de material, las personas pueden ver a los adictos como personas, nada más y nada menos. La obra no la pone como víctima ni como culpable. Lo que dice es: “Este es el problema de todos, ¿qué vamos a hacer con esto?” Por eso también se sienta a los espectadores arriba del escenario; es una forma de plantear el espejo y decir: “Hey, estamos todos en esta”.
Es muy interesante la tensión que plantea Emma: “Es una adicción, pero también el mundo es una porquería, y esta es mi manera de evadirme”. No cae en lugares comunes.
Claro, tal cual. Y nos acerca más, porque muchas veces juzgamos nuestras propias adicciones a otras cosas. La protagonista dice: “Te gusta automedicarse, es muy bonito cómo sobrevivir a un mundo que está roto”. Es tan doloroso levantarte de tu cama y encontrarte que alguien duerme en la calle. La ambivalencia moral que tenés que tener para seguir adelante es enorme. Y algunas personas, más sensibles y conscientes de esa realidad, necesitan no ser tan conscientes, o crear otros mundos, como Emma, que dice: “Yo arriba del escenario puedo controlar todo, yo soy el centro de la historia”.
El arte te atraviesa desde muy chica. ¿Te sirve para evadirte de este mundo tan hostil?
Creo que me sirve para ambas cosas. Inicialmente apareció como una evasión de mi propia realidad, de mi casa. Vivir con nueve hermanos (yo soy la número nueve), de alguna forma uno quería llamar la atención. Yo pensaba: “Voy a subirme a un escenario para que me vean”. Hoy es un poquito más profundo. Vivir en una casa con muchos hermanos, con un padre muy distinto y situaciones familiares complejas, te hace buscar otros mundos. La primera obra que hice se llamaba Los Miserables, y a mi personaje le pasaba eso: imaginaba un castillo de cristal. Creo que inconscientemente, muchos de mis hermanos decidimos buscarlo en el arte.
Tenés un bagaje enorme: RENT, Despertar de Primavera, Casi Normales… ¿Con qué te sentís más cómoda: con la comedia musical o con el teatro de texto?
Para mí, lo único que se modifica es el código teatral o la cantidad de recursos. No le encuentro mucha diferencia al teatro de texto y al musical. En ambos, se trata de contar una historia. Lo lindo del teatro musical es que cuando ya no nos quedan palabras, aparece una canción y nos une la música. Pero en el teatro de texto, esa música se hace incidental. Aunque tengo más oficio en el musical, he hecho muchas obras de texto.
Naciste en San Justo, zona oeste. ¿Alguien de tu familia se quedó en Isidro Casanova?
Sí, varios de mis hermanos. Nos fuimos repartiendo: algunos a Loma del Mirador, otros a San Justo o San Martín. Pero siempre volvemos porque mi mamá sigue en la casa de origen, y la cuidamos entre todos.
Florencia, muchísimas gracias y felicitaciones por tu papel.
Gracias a vos por venir y por este espacio. ¡Estamos de miércoles a domingos con Personas, Lugares y Cosas en el Teatro Sarmiento!
